13 de enero
En realidad, nunca fui de Huesca, aunque nací y crecí. Siempre tuve una rabia y un desacato. Una mirada que señalaba sin agrado.
Allí estábamos los descendientes, no los ascendientes. Ellos eran de tierra y polvo, considerados torpes e incultos.
Esa cultura ajena era lo que incitaba mi acción. Quería tenerla. Hacerla mía.
Me ahogaba con todos los impedimentos y leyes ocultas.
No quería la vida que se me ofrecía. Quería otra.
Liberarme de ataduras y normas.
Me fui en disimulo.
Ahora se cierra el círculo.
No vuelvo.
Mis padres fueron el último eslabón que me atrapó.
Sin ellos, ese mundo queda en una idealización de memoria de pasado.
Mi hermano encaja, yo no.
Artificioso resulta lo que buscas. Quieres ser y desprenderte de lo que eres, sin contar con tu esencia que pace plácida allí.
Leer ávida de saber. Escuchar música. Acceder a círculos de opinión. Escuchar y opinar. Está bien, pero no basta. Eres de fuera, de otro estatus, estrato. De un mundo trenzado y tejido, sin libros sesudos. Un mundo de credo y creencias. Un mundo que acepta el grado y condición que separa. Un mundo que te asigna papel sin elección.
No tuve hijos. Deshice un linaje que siguiera mi estela. A veces pensé que fue error, porque perdí la ocasión de mirarme en la mirada del hijo o hija, y la de esos descendientes que nunca estarán. Pero no quería traer a alguien a aquello que me comprimía. Pude atreverme, pensando que sola lo haría, pero no. Aunque me guié por impulsos e intuición, en ese sentido apruebo mi decisión. ¿Cómo podría mirar a sus ojos y reconocer que de nada sirvió?
¿Cómo?
Esta vida no mejoró la anterior.
El paisaje humano cambió. Mi barrio y mi calle de aquella infancia que mi recuerdo idealiza no tiene nada en común con la que pude observar tiempo atrás, cuando iba a estar con mis padres, y posteriormente con papá.
Llegué a coger casa propia. En ella sentí la cruda soledad. Allí aprendí que no volvería nunca, una vez cerrara el ciclo. Y así es. No hay pies que me lleven. En Huesca hice los 61. Allí estrené mi jubilación. Enterré a mis padres y abandoné su tumba al cuidado de mi hermano. Sólo volví en un viaje que no superó las horas justas de renuncia y adiós.
Después nos vimos en Barcelona.
El resto han sido desencuentros y justas palabras que el final del año 2023 han quedado en escuetos whatsapps entre nosotros.
Seco páramo al que ha llegado nuestra relación de hermanos.
Ni tú ni yo daremos otro paso.
Nos pensaremos. Al menos yo te pienso y recuerdo.
Alguna vez recibo imágenes transitórias.
Me pesa la ausencia, pero nuestra presencia en el mundo sólo confluye en lo emocional. En ese latido que seguro me haría temblar, porque te admiré siempre, aunque tu personalidad y la mía son tan distantes y a tu lado se haría difícil ser y estar.
Para mí Huesca es muchas cosas. De bueno y de malo.
He vivido el rechazo. La mirada de arriba a bajo. El bajo precio que a mí me han dado, y me dan.
No puedo medrar allí donde no valgo con mis atributos. Allí donde se me coloca en segundo lugar.
Soy la primera persona.
No me extraña, aunque me duele, el rebrote de esos cascos de caballos que galopan pregonando que nos van a golpear.
Cincuenta años de un crimen. Yo tenía a la puerta cumplir los veinte.
Mi mundo no se ajustaba.
Se me habían caído velos de ignorancia y creencias.
Quería ser yo.
No la sombra.
La hija de.
La hermana de.
La esposa de.
Elegía el amor libre.
Evitaría embarazo no deseado y/o trampa que me subyugara a la condición de mujer que amamanta y cuida de casa y prole.
No se hizo sola mi disidencia.
Había aprendido con influencias.
Sólo lo conseguiría si me desprendía.
Si me alejaba de casa y ciudad.
No fui valiente. No hizo falta. Mantuve apariencias que no levantaran polvo en ese estatus social de ser correcta.
Guarde apariencias.
Él era el novio. De lo que hiciéramos o no, podían pensar, pero no afirmar.
Tampoco me acomodaba.
Duró lo que duró.
Ocultar mi vida real en ese momento, en lo familiar, se fue llevando.
Al dejar la relación de noviazgo, que preveía un matrimonio futuro, ante ellos era soltera y libre, sin dependencias ni dependientes.
*Lectura que me ha llevado a empezar el hilo de hoy. Un nuevo país al otro lado de mi ventana, de Theodor Kallifatides. Reflexiona sobre su condición de extranjero, de griego que vive en Suecia, desde un desajuste ideológico con su origen.
Habla del idioma. Yo encuentro paralelismo con mi asunción del catalán. Él hace este viaje reflexivo tras cuarenta años residiendo en ese país, con mujer e hijos. Su condición de emigrante.
Empecé a leer poco a poco. Aunque es un texto que tiene menos de cien páginas, no es para leer de tirón. Toca parar y reflexionar.
Hay ciertas cosas, en él, que me hablan de mi condición.