28 de noviembre
Sin dormir. Mucosidad. Constipado. Difícil conciliar un sueño reparador. Estoy cargada. Anteayer cogí frío. Estas son las consecuencias.
Pienso en mis padres. Papá, con 62 se jubiló. En el verano, de sudar, cogió una neumonía. Empezó a conocer aspectos del tiempo libre que nunca antes había saboreado.
Atender a sus vacas no le daba día libre. En la hospitalización las atendió mi hermano. Yo no estaba en España. Aquel verano lo pasé en Rouan. Mi hermano llamó por teléfono cuando estaba mejorando, casi no lo cuentan.
No sé cuál fue el proceso. Imagino que buscaron salidas y fue posible esa opción.
Al principio, papá andaba desorientado. Poco a poco fue ordenando su vida. Se apuntó en una agrupación folclórica de jota, para cantar. Entró en la sociedad de pescadores. Uno de sus entretenimientos en horas libres del día, si podía, era salir a pescar. Muchas veces con mi hermano.
Vendieron las vacas. Mi hermano no quiso seguir con ello. Él se encaminó a la música.
En casa, papá colaboró cuidándose de regar las plantas y haciendo muchas de las compras.
Él tenía la costumbre de leer el diario. Lo recibía en casa, pero pasó a leer el habitual y otros en un centro frecuentado por jubilados.
Disfrutaron los dos de los viajes del inserso. A mí no me ha dado por ahí.
Hicieron nuevas amistades.
Decidieron hacer algunas actividades por separado. Mamá se reunía con amigas a jugar a la perejila. Solían hacerlo en cafetería. Papá iba al centro de jubilados a jugar al guiñote. Eso por las tardes.
Hubo un primer periodo que disfrutaron.
También, en verano, permanecían en la casa que habían habilitado en Fañanás, el pueblo de papá.
Hubo algunos percances de salud que fueron sorteando, pero el más grave, que marcó un antes y un después, fue una caída de mamá, enredada con la sábana, en junio. Al principio pareció no ser tan grave, pero progresivamente la incapacitó bastante. Tuve que atenderlos en el verano. Ella no podía hacer las tareas que solía. Las hacíamos nosotros, pero yo debía reincorporarme en septiembre.
Nos reunimos mi hermano, mis padres y yo con una asistenta social y ésta valoró que debían seguir en su vivienda y dadas las circunstancias recibir ayuda a domicilio. Empezaron con una prestación que acabó siendo diaria. También buscaron a una persona, A, que nos recomendó L, una vecina, para que hiciera tareas de después de comer. La del ayuntamiento acabó haciendo dos horas por las mañanas.
Mamá fue retomando muchas de sus funciones, conforme mejoró, pero no se recuperó del todo.
El 2000 fue un mal año. Papá pasó por quirófano en las fechas de Semana Santa. El post operatorio fue duro, casi una gangrena. Era en sus testículos.
Posteriormente sufrió una crisis de ansiedad. Ajustaron una medicación que la alivió, pero nada volvería a ser como antes.
Mamá con un infarto el año siguiente. Al poco tiempo un ictus. Medicación. Declive.
El remate final, cuando tras una caída levantándose del sillón, tras la hospitalización, andador y silla de ruedas para poder salir a la calle. Hasta ese momento le iba bien un bastón.
Tuvo que aceptar una persona en casa. C, la aceptó a regañadientes.
Para que C librara el fin de semana, cada quince días estuve yendo a Huesca, y los festivos y vacaciones también. Entre mi hermano y yo lo fuimos sorteando.
Entre una y otra, papá pasó por un tema de vejiga, con quimio. En esa estuve cogiendo un bus los viernes por la tarde y regresando el domingo, en uno que salía a las cuatro. Quería acompañarlos.
Tantos trabajos. Tantos afanes. Tantos. El fin la nada. Ellos en mi memoria. Recuerdos hilvanes.
Era muy chica cuando la monja nos tenía enhebrando una aguja. Era el primer paso. Debíamos hacer aquello asignado a futuribles.
No he sido madre. He dudado algunas veces, pero fue inevitable tras la histerectomía en julio del 92. En la Quirón. Allí cumplí años.
Empezaba nuestra relación. Antes de entrar a clínica tuve que hacer un depósito. Había cajero allí mismo. Cuando debía volver a casa, me hicieron esperar para poderlo recuperar. El trato en interior fue de lo mejor, pero esa salida fue amarga.
En ese momento, mi hermano vino a buscarnos, papá y mamá estaban conmigo. Nos fuimos a Huesca, pasados unos días.
Volví a revisión a final de agosto. No lo recuerdo con exactitud. Me reincorporé a primeros de septiembre. No cogí baja. Lo pasé en periodo vacacional.
A finales de julio fui a Benabarre. S me recogió en Lérida, a donde llegué con bus desde Huesca. Ella con su grupo de poesía participaban en un encuentro en una residencia de la tercera edad.
Con mi hermano hicimos un viaje, desde Huesca hasta Vigo. Por la costa.
El 10 de agosto estábamos de vuelta.
En la clínica, cuando me acompañaba, me habló de su enamoramiento. Me alegré por él.