martes, 26 de diciembre de 2023

26 de diciembre

 26 de diciembre 

En nada nos asentamos en el 2024.

Centenario de mi difunto padre.

Desde mi orfandad estas fechas tienen tintes de ausencias, pero ayer y anteayer volví a sentir la cohesión familiar. Tras la pérdida de mi padre.

En septiembre, cuando él cumpliría cien, recordaré, si mi ser y estar lo dan.

La marca es la distancia de treinta, entre él y yo.

Mamá se nos fue antes. 

De ella, hoy puedo recordarme a su lado, en el hospital.

De urgencia, no tuvo día 25 en casa. Nuestra última Nochebuena, los cuatro. Mi hermano sabía que no habría otra similar.

No debieron dar de alta a mi madre y a mi tía. O sí. Médicos sabrían. Quizás. 

Sólo los hechos puedo ponerme delante.

Su declive se puso en marcha tras una caída desafortunada en agosto de ese 2012.

Cuando la perdí se me enquistó la tristeza. Y no sólo eso. Desde entonces me veo en ella. En reacciones. En gestos. En el espejo.

Una prima de ella, cuando me dio el pésame la vio en mí.

Papá, en sus últimos días, también.

Envejecemos dando testigo de las raíces de nuestra ascendencia.

Yo pasaré a otra decena. Si nada no lo remedia.

Confesaré que no las tengo todas conmigo.

Desde mi 69 cumpleaños, en que el COVID me hizo de las suyas, mi digestivo no recupera fortalezas. 

Como me venga otro temo peor resaca.

Nos dejaron frágiles y temerosos.

A papá y a mamá se la jugó esa neumonía hospitalaria que arrasa.

Ahora más.

No sé qué pasó, pero he visto que tenía una cita de digestivo en noviembre y creía haberla pasado a enero, pero en la aplicación no tengo la referencia, ni la especialista con quien la tenía.

Igual me equivoco y no es así.

Estoy perpleja.

Veré.

Me quedo en casa, que hace frío.

Otra cuestión la tengo con mis perfiles de tiktok.

Demasiados.

En uno he ido haciendo directos. Seguido. Ayer no. Voy a darme un paréntesis y virar o no.

Comimos fuera el 23 ó 22. No sé. El caso es que volvieron los gases y diarreas. Cada día tomo probióticos. Lo frené con carbón activado. La Nochebuena, también. A ver si no vuelven. Empezaba a coger confianza. Pensaba que estaba mejorando y comía de todo y con gana. Recuperándome.


viernes, 22 de diciembre de 2023

22 de diciembre

 


Yo no era yo.

Era un futurible previsible.

Una que cargaría el fardo del destino.


¿Qué troncó ese camino?

¿Qué o quién?

¿Qué ocurrió?


Miró hacia ese pasado y encuentro fisuras de desagrado.

Una aspiración difícil.

Un deseo de ser y estar ajustada a aquello que se me suponía.


Pero no.

No quise reproducir patrones.

Me negué.


Fui avanzando a trompicones.

Abandoné y me abandonaron.


Quise conquistar mi territorio.

Recrear mi soledad.

Alcanzar el pensamiento racional.


Flaqueé.

Mis emociones trazaron estelas descompuestas.

Mi ser en disputa entre lo racional e irracional.


sábado, 16 de diciembre de 2023

16 de diciembre

 16 de diciembre 

Mi madre no hubiera aprobado que le hiciera fotografías. 

Su desnudez ante mí me las sugería, pero sabía que ella no quería algo así.

Su percepción fotográfica era festiva. 

Quería dejar su mejor reflejo. 

Cuando la lavaba en la ducha se entregaba a mis cuidados.

Mi padre también.

Hice vídeos y fotografías que miro para no perder su reflejo.

A veces, la lágrima me asalta al descuido.

Recuerdo sin ir a ese rastro visual que quise atesorar.

No lo pude evitar.

Hice las últimas en cuerpo presente.

No sé dónde están.

No las he revisado.

Supongo que en tarjeta de memoria.

Después quedaron en nichos distintos.

Sus huesos allí.

Ellos en mí.

Decían que se casaron en diciembre.

No tengo precisión del día.

Celebramos sus bodas de oro.

Eran mi tesoro.

Ahora me queda adherir mi memoria fugitiva en letras que la transcriban.

Desde su partida, mi vida se simplifica.

Nada ocupa el vacío.

Nadie es sustituible.

Perder a los padres me deja huérfana de por vida, aunque peine canas y los setenta, si nada lo impide, me alcancen.

No quiero un final de dependencia.

Querría alejarme igual que en la noche el sueño me da alcance.

Valerme.

Mamá eso quería.

Papá decía no querer sufrir.

Aceptaba morir.


jueves, 14 de diciembre de 2023

14 de diciembre

 14 de diciembre 

Cuando ya la vida te corte las alas, vete.

No insistas.

No arrastres tu desgracia.

Suelta adherencias.

Fluye.

martes, 12 de diciembre de 2023

12 de diciembre

 12 de diciembre 

Me llamaban progre.

Nos lo llamaban.

Era mediados de los setenta.

Con mi mayoría de edad estrenada.

Entonces a los veintiuno.

Estuve en Deva.

Reconozco que esa fecha es el paso que me lleva a seguir mi rumbo.

Rumbo que dio tumbos y giró bruscamente en muchas ocasiones.

Mis padres dejaron de incordiar.

Terminé los estudios y empecé a tener mis recursos.

Mi premisa era no hacer aquello que no quería.

No siempre tuve lo que quería.

No por ello desesperé.

Tras el duelo de pérdida renacía.

No me importaba negar.

Debía ser yo misma.

No admiré.

No fui fan.

Quería conocimiento.

Ser parte de ese mundo intelectual que me atraía.

Leer era adquirirlo.

Poseer libros era atesorarlo.

Vivir.

Probé muchas vidas posibles.

Las abandoné o me abandonaron.

Si en ese tiempo hubiera escrito no las habría vivido.

Caí y me levante.

Reí.

Lloré.

Desesperé.

Nunca lo intenté.

Aunque el vacío pareciese que no me dejara.

Nunca lo intenté.

Bebí.

Me corté el cabello.

Grite.

Nunca lo intenté.

Quise liberarme de ataduras morales e ideológicas.

Quería un mundo mejor.

Fallé.

Tocaba seguir y sobrevivir.

Mi flaqueza y fortaleza.

Amar.

Querer.

Desear.

Buscar la inmediatez.

Desgastar la tenacidad.

Pasar por la vida y ver.

Observar.

Escuchar.

Pensar.

Pensarlo todo.

Revisar mis respuestas una vez las tuve.

Disimular.

Contener impulsos de negatividad.

Denigrar mis actos si la mirada otra los descontara.

Muchas veces, de aquello que me sentía ufana, un comentario o una mirada me llevaba al menoscabo. A su inflación.

Esas personas no saben por mí que me hicieron daño.

No quise responder.

Oculté el desagrado, pero me alejé.

Poco a poco me fui distanciando, difuminando mi presencia y quedándome en mi espacio, alejándome.

Desconfianza y distancia.

Soledad.


domingo, 10 de diciembre de 2023

10 de diciembre III

 10 de diciembre 

Empecé lectura. Aún estoy allí. En la primera página.

Me llevó a escribir. Recordé un bar. 

Quise localizarlo. Ya no lo es. La casa. Imagino posible realidad. Sólo la puedo imaginar.

El vecino que tenía ese bar recibía el apelativo del Gato, y a su mujer se le atribuía la Gata.

Mi padre era el vaquero o el lechero, indistintamente. Mi madre, la lechera.

Hubo un carnicero que a mí me llamaba Pilar, atribuyéndome el nombre de mamá.

Eso me lleva a la madre de una amiga del instituto, que me llamaba Rubia. Yo morena. En mis años primeros más que ahora.

Esa mujer siempre fue cariñosa conmigo.


21:27 de este domingo lluvioso, en Vigo.


10 de diciembre II

 El castillo

Releeré.

Mis recuerdos me llevan a mi primer trabajo docente. En Gavá.

Un día llegué una hora antes. Tuve la confusión desde que me levanté hasta que me vi frente a esa escuela que parecía un chalet. Espacio puesto en marcha por el ayuntamiento, con dos aulas de grupos muy reducidos, entonces segregados de la enseñanza normalizada.

Mi primer trabajo. Ilusionada. Entregada.

Aquel día esperé en un bar que quedaba enfrente hasta que se abrió la puerta.

Entre colegio de educación especial y bar una carretera. Hasta allí llegaba con bus que salía de la plaza España. Y hasta ella con metro, después de transbordo. Tempraneaba. Nunca me costó madrugar.

Después de una vida lectora, volver a Kafka será redescubrir su palabra.

Llevaba unos días sin lecturas.

La última me agrietó el alma. Cadáver exquisito. Terrible y posible. Eso es lo que sangra.

He ido a la búsqueda de lo casual. El castillo de arena, de Seicho Matsumoto.

He buscado el mismo en otro sitio y ante mí el que me propongo releer.

No hace mucho leí en pantalla La Metamorfosis, que por diversas circunstancias no llegué a tener, ni leer.

J lo compró para regalármelo, pero lo tiró contrariado. Lo nuestro nunca funcionó. Nos fue bien en la previa, compartiendo desde el alma, pero nuestros cuerpos no se encontraron y dibujaron fintas que nos alejaban.

Aquellas lecturas pasadas eran tan atropelladas, tan de hambre y sed de cultura, que bien vale volver a ellas. El libro estará entre los muchos atropellados de exceso en los estantes, pero en este momento náufrago no a mi alcance.


Domingo 10 de diciembre, 1:37


10 de diciembre

 El gato negro

Difícil reconstruirlo en mi memoria.

Allí iba a buscar vino. Una botella vacía que me llenaba Eulogio, creo que así se llamaba. Vivían él, su mujer y su hija, en las Tenerías. Eran vecinos. De sus tebeos disfruté. Posteriormente se trasladaron a la vivienda de encima del bar. No sé si sigue abierto. Su hija, Marisa, era la más pequeña de todas nosotras. Estaba Maribel, Angelines y Ederlinda. Jugábamos todo el día. En la calle o en nuestro patio. Las otras vecinas eran casadas o solteras jóvenes. Vecinos jóvenes y niños. Mi hermano.

Recuerdo la barra a la izquierda, y poco espacio. Habría mesas y sillas. Pocas. Era una tasca.

Ese litro, una peseta, que muchas veces llevé en perras gordas, diez céntimos. La perra chica era de cinco. Grises. 

Nuestras monedas, de entonces, perra chica y perra gorda, dos reales, agujereada, peseta, otra mayor de dos cincuenta, el duro.

Había peseta y cinco pesetas en papel.

A mis catorce años, estando en Lérida con mis tíos y primos, en verano, mi padre me mandó el de cinco en la carta que recibí después de haber soñado que se moría. Lloraba tras ese sueño, y mi tía Paca me dijo que le daba más años de vida. La carta me consoló.

Mi tía terminó sus días con Alzheimer. En una residencia. Mi tío Pascual, el segundo de los hermanos de mamá, hermanastro, hijo de la primera mujer de mi abuelo, se fue a la residencia con ella.

Ni mis tíos, ni mis primos viven.

De mis primos sé que hay descendencia, pero no tengo contacto.

Cuando quise tenerlo supe que mis primos no estaban ya y desistí de comunicarme.

Mantengo contacto con el hijo de la prima, hija del mayor de los hermanos. Él me mantiene al día.


Así es la memoria. Tiras del hilo y van saliendo recuerdos.


Empieza el domingo. 10 de diciembre, 1:09


9 de diciembre

 9 de diciembre 

Le quedan pocos minutos a este día que se va. Sábado de una semana atravesada por festivos.

Ganchilleé. En azules. Otra bolsa. Me dió por ellas. Reutilizo hilos. Anudo pequeños tramos. Un ganchillo que no recuerdo desde cuando. 

Empecé en amarillo. Sorprendida, lo encontré.

Un círculo que hago crecer desde tres puntos encadenados. Cada hilo requiere aumentos distintos. Llego, más o menos a cien.

Me ilusiona empezar y verlo crecer.

Exhibo en mis perfiles visibles. Pocos o pocas lo ven.

Llevo unos días haciendo uso de la opción de directos. Es una forma de que grave seguido y seleccionar o no.

Acabo de leer unas palabras, un consejo de escritor.

Escribo y decido nombrarme como escritora, por el mero hecho de hacerlo a menudo y ocupar mi mente en ello.

Hay días en que la voz interna no fluye. Otros en que es tan intensa que invade mi mente.

Muchos recuerdos se agolpan.

Esos directos me llevan, muchas veces, en los meandros de recuerdos recuperados al hilo desenredado por casuales asociaciones.

A mí no me atraen los cuerpos delgados. 

Miro mi espejo y de mí critico partes que el tiempo no libra.

Envejezco. De pronto me veo en el espejo.


viernes, 8 de diciembre de 2023

8 de diciembre

 8 de diciembre 

Mi tía D manejó una depresión desde los 40. Su madre había muerto a esa edad. Decía que le tocaba lo mismo. Estuve cerca. Se lo escuché. Yo tenía catorce.

La imagen de mi tía es la que nuestras vidas renovaron. La recuerdo con sobrepeso y dificultades de movilidad, pero sé que en ese momento tuvo un tratamiento por la tiroides, que ella decía quemaba, y su estabilidad psíquica se fracturó.

Ella que hasta entonces se ajustaba al papel asignado, perdió cordura y bajó los brazos.

Yo iba a sustituirla, mi primo sólo me lleva un mes. La hija mayor, R, estaba ya en Barcelona trabajando. La pequeña, B, era demasiado pequeña para cooperar en las tareas domésticas.

Recuerdo acciones de limpieza que hice a gusto, porque mi tía era especial para mí. Me sentía querida por ella.

Recuerdo que mi tío tenía su carpintería. Veo en mis recuerdos el espacio y la ubicación.

La madre de mi tío se hacía cargo de la comida. Supongo que era en verano y yo estaba de vacaciones, porque dudo que hubiera colaborado dejando mis clases.

Mi primo estaría con su padre. Le siguió en el oficio.

Mi abuela Ana, a la que debo mi nombre, me ha costado pensarla como tal. Papá me habló de ella. De que un día como hoy los dejó huérfanos. Esta festividad marca mi pasado. A ella debo la memoria de estas líneas.

Mi tía murió poco antes que papá. Fui al tanatorio. No pude hacer más. Debía acompañar a papá. No recuerdo su fecha. Sí, que eran días en que debía quedar con papá, porque M, la mujer que estaba con él como interna, debía hacer sus festivos o vacaciones.

D intentó suicidarse en vida de mi tío. La internaron. Posteriormente, no sé de otros episodios.

La depresión que le quedó tras el tratamiento de tiroides marca un antes y un después.

Ella y otras mujeres de mi familia me dieron amor.


28 de enero